Ahora que estamos virtualmente intervenidos por el Directorio Europeo, surge la proverbial habilidad hispánica de buscar culpables. “¿Dónde están los malgastadores?” Gritan, por supuesto, siempre mirando el jardín ajeno. Con las arcas públicas vacías y con una economía renqueante, toca -por fin- sacar las tijeras y recortar gasto. Ahora en serio y drásticamente. Si la sanidad y la educación son intocables, y me parece bien, hay algunos caprichos de nuevo rico que convendría revisar y adelgazar con tratamiento de choque: las televisiones públicas.

Me gusta el artículo de Susana Cuadrado (“I això qui ho paga”) en este sentido, cuando se pregunta qué sentido tienen algunas televisiones públicas y especialmente las autonómicas. Discutible en aquellas con lengua propia, difícil de justificar en las que no se da esa circunstancia. No es que esté en contra de las teles públicas, estoy en contra del despilfarro sistemático y del adoctrinamiento ideológico que casi todas practican. Aunque también hay que admitir que algunas con más estilo que otras.

Dice Susana Cuadrado que “En el 2009 todos estos canales juntos perdieron 772 millones, pese a los más de 800 millones de subvenciones. Si hubieran sido empresas sin dinero público, ya habrían sucumbido”. Y la excusa del servicio público, no cuela.

Si tanto el Estado como las televisiones autonómicas, ya no digamos las de los municipios, quieren tener su propia tele, que lo hagan adelgazando presupuesto y buscando el auténtico utilidad social. Hago una sugerencia: ¿Por qué no empiezan por crear canales de TV en la web? Sí, una webTV.

Puede que la propuesta suene vulgar y provoque la risa tonta a más de una productora del régimen, pero lo digo en el fondo y en la forma. Que empiecen desde abajo, con criterios de “economía de Internet”. Agudizando el ingenio para ahorrar en servidores, para producir a bajo coste, para eliminar todo lo superfluo, etc. Eso les permitiría reducir de golpe más de la mitad del presupuesto y de paso estarían mucho más cerca de sus ciudadanos, harían algo más participativo, colaborativo y plural, buscando de verdad el auténtico “ROI social” sin tener que renunciar a estándares de calidad aceptables.

Además, creo que eso forzaría definitivamente la reconversión industrial del sector audiovisual español y sería una excelente inversión de cara a futuro.

Si no saben cómo, tranquilos, creo que puedo sugerirles una numerosa lista de profesionales y empresas, suficientemente capacitadas para hacerlo y encima muy bien de precio.

¿Tendrán la voluntad política de plantearlo? ¿Se atreverán?

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