Hace unos días leía que Barcelona, está en la élite de la investigación científica. Cuando leí el artículo que se hacía eco de un estudio publicado por Nature sobre las capitales mundiales de la investigación, me quedé pensativo. Estábamos “celebrando” ocupar el 54º puesto en el ranking mundial y el 22º europeo. Gran hazaña pensé.

Hay que ser optimista y ver el vaso medio lleno. En ochos años hemos mejorado nueve posiciones, pero la situación dista -y mucho- de ser óptima.

De pronto me acordé de un caso real muy cercano. Se llama Alfons e hizo la tesis doctoral en el Institut Català d’Investigació Química (ICIQ) de Tarragona. Empezó en  diciembre’2003 y terminó en octubre’2008. El tema principal de su tesis era el estudio de las selenoproteínas (unas proteínas especiales). Como me comentaba Alfons, “ya que estaba en Tarragona, en un centro donde los ‘computacionales’ tenían ‘experimentales’ puerta a puerta, hice numerosas colaboraciones para descifrar con el ordenador, problemas que tenían los experimentales”.

Durante la tesis doctoral pasó etapas en Estocolmo con el Profesor Siegbahn (hijo y nieto de premios Nobel) y en Atlanta con el Prof. Morokuma, compartiendo con otros grupos de investigación. Con el título de ‘Doctor en Química Teórica y Computacional’ bajo el brazo, empezó el post-doctorado en el Laboratorio de QuimioGenómica.

Durante el post-doctorado ha participado en un proyecto europeo llamado CancerGRID y donde había partners de diferentes países europeos. Ha tenido que analizar grandes cantidades de datos de moléculas, interacciones con proteínas, predicciones de actividades farmacológicas de moléculas,… Básicamente ha programado y manipulado grandes cantidades de datos y gestionado infinidad de cálculos. Según me decía “en el último proyecto ha consumido casi 90.000 horas de cálculo”.

Uno podría imaginar determinadas condiciones profesionales para semejante actividad investigadora. Nada más lejos de realidad. De los casi cinco años de tesis, sólo ha tenido contrato laboral los últimos siete meses, y después de insistir –él y otros muchos más- a la dirección del centro. La cruda realidad es que Alfons terminó cobrando 15.000 euros brutos año (poco más de mil €/mes)

En su último destino le hicieron un contrato por obra y servicio en la categoría laboral R4, que es, según el convenio de la Universidad Pública Catalana, la escala más baja en la universidad, destinada a personal no cualificado. De hecho, le dijeron que les diera su título de licenciado pero que con el graduado escolar ya era suficiente. Categoría reservada a personal de conserjería, limpieza,…

Otros compañeros de Alfons tuvieron menos suerte, al hacer la tesis cobraban mucho menos y tenían contratos de 20 ó 25 horas, con independencia –claro está- de las horas trabajadas.

A finales de 2009, Alfons consiguió después de rechazar otras ofertas profesionales e insistir mucho, una mejora profesional. Contrato por el IMIM como post-doc senior-C. Eso le supuso un contrato de 40 horas y 26.000 euros brutos año, que no es un supersueldo pero que dentro de la escala científica del país debe ser un pequeño milagro.

Al final Alfons se ha cansado de esperar y de luchar año tras año por unas condiciones dignas. Consciente que el sistema no puede absorber todo el talento que genera la universidad, ha decido investigar y experimentar por su cuenta. O sea convertirse en emprendedor.

Me siento orgulloso de Alfons, quién además de ser uno de mis cuñado, es padre de mi sobrino más joven (13 meses). Tiene la formación, experiencia y la edad para arriesgar. Hace poco reconocía que “el cuerpo me pide hacerlo, tengo ganas de probar de sacar adelante mis ideas y mi proyecto”. “Adelante”, le animé. Alguien que hasta hace poco montaba y usaba clusters de cálculo con docenas de PlayStation con Linux, para analizar interacciones con proteínas y predicciones de actividades farmacológicas de moléculas, no le puede faltar un techo digno ni un plato caliente.

Aunque no tengo ni idea de interacciones de proteínas, estoy seguro que pronto oiremos hablar de su proyecto. Palabra de cuñado. De momento su iniciativa ya tiene nombre: Mind the Byte. Pronto más novedades.

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