Nunca ha habido tantas empresas españolas por el mundo con tan fuertes posiciones en sus respectivos negocios (Telefónica, Banco Santander, Zara,..). Jamás había cosechado tantos éxitos el deporte español, algo que contrasta con la marca España (‘Los éxitos del deporte español y los desequilibrios de la marca España’).

Hace poco más de tres años, España parecía estar de moda en el mundo. Muchos se lo creyeron. Haber abusado de una mala política económica y unos cuantos años de comportamiento como nuevos ricos arrogantes cuando se crecía a dos dígitos, ha pasado factura a España. La prima de riesgo que soporta la marca España en los mercados financieros, está disparada. Ahora nos ‘hemos convertido’ en PIGS (cerdos en inglés, y acrónimo de Portugal, Irlanda, Grecia y Portugal) el lastre de la Europa desarrollada.

Los medios de comunicación, especialmente anglosajones, como el Wall Street Journal,  se están cebando con la sangría económica española’, abusan de tópicos y define a España como la ‘Lehman Brothers de Europa’.

Hay quien esgrime que la desconfianza que tienen en España los mercados financieros, es muy exagerada, pero lo cierto es que el dinero busca garantías, confianza, credibilidad. Busca seguridad y España no la ofrece. Aunque desde algunas posiciones patrióticas rancias lo tratan como si de un enemigo colectivo imaginario, la prueba del algodón es que mientras la marca país se hunde, muchas de las marcas españolas internacionales van para arriba, escondiendo su “españolidad” (‘Las empresas por un lado y el país por otro’)

Con la imagen y credibilidad de la marca España bajo mínimos, contrasta el caso de la marca Barcelona. Aquí sucede justamente al revés. Barcelona es un apellido que por sí solo ya aporta caché, al menos así lo creen Natura Bissé, Custo, Mango, Pronovias o Damm en su estrategia internacional.

Podrá decirse que el perfil y los atributos de la marca España tienen poco que ver con los atributos de la marca Barcelona, pero lo cierto es unos han hecho mejor los deberes que otros. El complejo secular hacia la marca España, se hace más grande cada vez que un presidente del Gobierno Español avergüenza a su país. O cuando se compara el currículum de algunos de sus ministros con sus homólogos europeos. Pero no todo es culpa del Gobierno. La sociedad española tiene lo que se merece. La falta de cultura emprendedora, los clientelismos de la política, la falta de liderazgo, el miedo a internacionalizar, la facilidad con que se emplean los “sentimientos atávicos” por un tactismo electoral nauseabundo o nos reímos de que un detritus social como Belén Esteban triunfe, etc.

Barcelona no es perfecta, ni de lejos. A menudo ensimismada, mirándose excesivamente el ombligo. Tiene que ponerse las pilas, porque el futuro es urbano y de las megarregiones. En Barcelona -y su área metropolitana- hay tradición de consenso por los retos y parece que de nuevo, están todos por la labor (‘Dibujando la Barcelona del 2020’).

Para los que siguen dudando, se lo pondré fácil. Les diría que si una empresa no entendiera que añadir el apellido Barcelona, no suma, seguro que no se suicidaría añadiéndolo. Notable diferencia respecto al apellido “España”.

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