Leyendo el último libro de John Naisbitt (“Mente futura”) he topado con la historia de Nespresso. La cuento aquí porque me ha sorprendido gratamente. Naisbitt lo pone como ejemplo de “las cosas que esperamos que sucedan siempre ocurren más lentamente”.

En 1970 Nestlé había tomado casi por completo el mercado de café instantáneo, pero la historia que nos ocupa se remonta a principios de los años sesenta.

Uno de los competidores de Nestlé tuvo la idea de desarrollar una cápsula por taza. La idea era ofrecer un espresso de calidad (tipo café italiano) pero en casa o en la oficina… Nestlé aprovechó una oportunidad que se le presentó y compró la patente.

Durante los años setenta y hasta mediados de los ochenta el departamento de I+D de Nestlé perfeccionó la idea original. En 1986 fundó Nespresso y se lanzó al mercado (la máquina con las cápsulas) con un posicionamiento gourmet…

En esos tiempos, según parece, el proyecto no acababa de arrancar. Hasta el punto de disuadir incluso a la competencia de no entrar en ese mercado, ante el evidente fracaso de Nespresso.

No fue hasta el año 2000 cuando empezó a tener éxito. ¿Qué cambió? La combinación ganadora fueron un nuevo diseño de la máquina, la primera campaña de publicidad y el lanzamiento de más de 50 puntos de ventas. Esto significó el inicio de una auténtica carrera de éxito y un buen caso de optimización del mix de marketing.

Hoy Nespresso es una de las unidades de mayor crecimiento de Nestlé. Nespresso en 2008 espera facturar 1000 millones de dólares, vender en 35 países y tener 12.000 puntos de venta.

Una muestra bastante clara que –habitualmente- “las expectativas viajan a mayor velocidad” que los resultados reales… Incluso hay cambios que necesitan más de 20 años de maduración.


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